Regalo de navidad

Buscar un lugar para vivir en Florida es como meterte en esas aplicaciones digitales para encontrar pareja, todos los buenos ya están tomados. Claro, los buenos no buscan, esperan que llegue. El problema con el inmueble es que no puedo esperar a que mi casa frente al mar  venga a tocarme la puerta, y salvo que las cucarachas de Fort Lauderdale tengan mi número de teléfono, no creo que ninguna de ellas quiera salir de esos malditos departamentos para hablar conmigo.

—Es la humedad, Ceci, acostumbrate—me dijo una compañera de trabajo residente hace tres años en este clima tropical.

Queda claro que con mi buen gusto no solo espero que no haya cucarachas, ¡sino que al menos por favor no sean las voladoras!

Como en los estados     c o m u n i s t a s   de  California  y New York están exigiendo pasaportes sanitarios, hisopados y medidas anti constitucionales, están todos mudándose acá. Al no ser millonaria aún, mi pocket de pichi middle class tiene que batallar contra los grandes titanes tecnológicos que votaron a  Joe   B i d e n,  pero vienen acá a buscar libertad y propiedades a mitad de precio. Tan zurdo que drena.

Pero este es mi año y no quiero seguir tocando la misma sonata del bajo IQ de los demócratas; navidad está a la vuelta de la esquina y creo que merezco un tópico más sano que hablar de una sociedad que está hundiendo al mundo—vakunados incluidos—.

Siete departamentos, una iguana en un pasillo y 2 meses después, puedo decir que estoy bastante cerca, cerca de tirarme a los canales a que me coman los cocodrilos.

—Bueno Ceci, es que vos sos muy exigente, querés un departamento cerca de la playa, que sea luminoso, que no tenga vecinos arriba y ventilación cruzada. Buscate algo más adentro y vas a ver como encontrás lo que querés—me dijo una amiga que vive en Miami. 

Un poco harta de que la exigencia se lleve una tan mala reputación, le contesté:

—Querida, el problema de ustedes los humanos es que siempre creen que no hay suficiente, entonces con esa mentalidad de carencia, atraen todo tipo de decepciones. Después le echan la culpa al otro, cuando en verdad son ustedes los que nunca tuvieron paciencia para esperar lo correcto.

El “lease” de mi departamento vence en abril, tengo 5 meses para encontrar un lugar pegado al mar. Es difícil ponerle una fecha de vencimiento al amor, pero de momento no me veo en aprietos como para convivir con un piso flojo o un techo de asbesto o una cocina de los años 50. 

Florida, tierra de jubilados, ¿cuánto cuesta una remodelación? Pregunta equivocada, la correcta sería, ¿quién podrá hacerme unos arreglitos a mitad de precio? El harem del mercado clandestino del estado de las naranjas. 

No es que me sienta que estoy en Latinoamérica, pero si nadie me lo dice puede que me la crea.

En 6 meses en este sitio aprendí dos cosas: si no lo encontrás por derecha, buscalo por zurda, y si por zurda no lo encontrás, es que no estás buscando bien.

Gracias a mi sinceridad predominante y mal invertida, hace dos meses que estoy practicando: “la verdad os hará libre”—sí, y también un solitario importante—.

Parecería que estoy mezclando filosofía, con búsqueda de propiedades, ética y moral y La Ley de Atracción, y a decir verdad, creo que está todo intrínsecamente relacionado.

Las cartas están echadas, y sé que encontrar mi futuro hogar será el resultado de lo que merezco.

—Tu casa de tres plantas, Ceci, es ahí donde te veo—me recordó mi amiga Romina de California. 

Menos mal que tengo buenas amistades que me recuerdan que la abundancia es nuestra naturaleza—que después la hayamos estropeado por juntarnos con la gente equivocada, es otra cosa—.

Estoy a un paso de ser seleccionada la chica con bronceado más parejo del año, y no es que me esmere, pero a todos les digo lo mismo: ese es el precio que uno paga por vivir al lado del mar.

Querido Santa Claus: gracias por la nueva casa cucaracha-free y con viento cruzado del Atlántico. 

¡Feliz navidad a todos mis sueños cumplidos!

Ceci Castelli